Arrepiéntete de tu piedad

Quiero dar un mensaje de ánimo. Nada elegante, nada inteligente. Jesús hace algunas promesas asombrosas en Lucas 11. Quiero despejar el panorama y convencerte de que le creas y actúes de acuerdo con esto. El capítulo comienza con Jesús orando y enseñando a Sus discípulos a orar, enseñándoles el Padre Nuestro. Sigue con una parábola sobre un hombre que pide ayuda insistentemente a su vecino. Es tarde por la noche; el vecino está en la cama y su puerta está cerrada. Pero el hombre es tan insistente (tan desvergonzado) que incluso el hombre disgustado sale de la cama y ayuda al hombre que le ha despertado.

El sentido de la parábola, por supuesto, no es que Dios sea como el vecino disgustado, demasiado cansado y cómodo para levantarse a ayudar. El punto es que incluso un vecino disgustado responderá a las peticiones. Si eso es cierto, ¿No estará tu Padre celestial aún más dispuesto a responder a tus peticiones?

Luego Jesús añade promesas directas. Pide, busca, llama. Todo el que pide, recibe. Todo el que busca, encuentra. A todo el que llame, se le abrirá una puerta. Y añade otra parábola para reforzar esta idea. Ustedes, padres, dan cosas buenas a sus hijos. No le dan una piedra cuando pide pan, ni un escorpión cuando pide un huevo, ni una serpiente cuando pide pescado. Son malos y, sin embargo, saben dar buenos regalos a sus hijos. ¿Cuánto más, pues, su Padre celestial, que es completa y plenamente bueno, nada más que bueno, puro y santo? ¿Cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu a los que se lo piden?

Vean lo que hace Jesús aquí. Sus discípulos le han pedido: «Señor, enséñanos a orar». Y Jesús lo hace. Les da una oración para usar, una oración obviamente diseñada para uso colectivo porque tiene todos esos pronombres «nosotros» y «nuestro». Pero el resto de la instrucción de Jesús para la oración trata con el “cómo hacerlo”. No sugiere una oración diaria, ni apartar un momento particular del día para orar ni llevar la cuenta de las oraciones contestadas, ni usar el acrónimo ACAS Adoración, Confesión, Agradecimiento, Súplica.

No hay nada de malo en lo anterior. Todas ellas se han utilizado con gran efecto para una oración efectiva y ferviente. Pero eso no es lo que Jesús enseña. Jesús quiere transmitir un punto más fundamental. No se interesa tanto en el «cómo» sino en el «quién». Lo que le da forma y energía, fervor y eficacia a nuestras oraciones es la confianza en que oramos a nuestro Padre Celestial.

Así que el objetivo de este mensaje es sencillo: Orar sabiendo que oras a tu Padre Celestial. Orar confiando en que cuando pidas recibirás; cuando busques, encontrarás; cuando llames, se te abrirá. Orar sabiendo que le oras a un Dios que no da piedras ni serpientes a Sus hijos. Cree las palabras de Jesús, y ora de acuerdo con esto. La segunda parte de este mensaje es: Vive como oras. Siempre vivimos como oramos. Sino oramos, vivimos sin pensar en Dios o en Su voluntad. Orar es admitir la necesidad, y sino pensamos que necesitamos algo, evitaremos orar. Si oramos con timidez, debilidad, inseguridad o pesimismo, entonces viviremos de esa manera. La vida nos dará exactamente lo que esperamos de ella, en otras palabras, no mucho. Si oramos confiando en que lo hacemos a nuestro Buen Padre Celestial que únicamente da buenos regalos, entonces viviremos con confianza, agradecimiento, alegría y valentía.

Esa no es la forma en que oramos o vivimos. Nuestras vidas siguen el camino de nuestras oraciones, pero no oramos como Jesús nos enseñó y por eso no vivimos como Jesús. Peor aún, vestimos nuestra desobediencia al orar, de piedad teológica. Buscamos excusas, vacíos mentales y requisitos. Usamos nuestra teología para justificar nuestra mediocridad.

Decimos que Dios es soberano. Puede responder o no responder. Él hace lo que quiera. Así que podemos orar, pero no hay garantía de que Dios responda. Oramos porque tenemos que hacerlo, pero no por que esperamos que algo suceda. O tal vez dejamos de orar por completo.

Hay variaciones sobre este tema. Claro, Dios da todas estas grandes promesas. La Biblia está llena de ellas, pero, no estoy seguro de que sean para mí. Dios es soberano, y puede decidir no cumplir Sus promesas. Seguro que Dios tiene todo bien posible Él puede hacer cualquier cosa, pero, no sé si Él hará algo por mí. Dios es soberano, así que no estoy seguro si Él decida traer cosas buenas o malas a mi vida. Dios es soberano y cuida de sus hijos, pero, no estoy seguro de ser Su hijo. Después de todo, Dios elige a quien quiere, ¿y cómo puedo saber que me ha elegido a mí? Es sólo la decisión divina. Así que terminamos usando la soberanía de Dios para excusar nuestro pesimismo, pereza y falta de visión.

Y decimos: Soy un miserable pecador. No merezco nada de Dios. Apenas puedo levantar la cabeza en Su presencia, oraré, pero no me haré esperanzas. Utilizamos nuestra pecaminosidad para justificar nuestro estoicismo. Es casi como si pensáramos que el pobre Dios se ha comprometido demasiado, y necesitamos protegerle de Su entusiasmo. Jesús fue un poco imprudente, y tenemos que proporcionar los términos y condiciones que Él mismo omitió. Dios no necesita nuestros vacíos mentales. No quiere nuestras excusas. Él se ha comprometido tanto como quería comprometerse, y se comprometió en todo. Tenemos que arrepentirnos de nuestra piedad. Tenemos que arrepentirnos de nuestra ortodoxia.

Dios es soberano. Sí, absolutamente. Dios hace lo que quiere. El Padre hace todo lo que hace para el deleite del Hijo en el Espíritu, y el Hijo hace todo lo que hace para el deleite del Padre en el Espíritu. Dios es tan absolutamente soberano que puede comprometerse por gracia y libremente con nosotros. Él es soberano, y Él ha determinado soberanamente antes de la fundación del mundo ser nuestro Dios. Él es soberano e infinito, y ha puesto todos Sus infinitos recursos a trabajar para nosotros. Dios es absolutamente Soberano, pero éste único Dios es el Dios que se ha comprometido con nosotros enviando a Su Hijoa una cruz. ¿Suena eso a un Dios que está preocupado por haberse comprometido de más? ¿Te suena a un Dios de letra pequeña en sus contratos y de vacíos mentales?

La soberanía de Dios no es una excusa para el estoicismo, el pesimismo o la inacción. Es todo lo contrario: Porque Dios es soberano, podemos estar absolutamente seguros de que Dios escucha y responde a nuestras oraciones. ¿Eres un miserable pecador? No lo creo. Sí, pecas, y quizás a menudo. Pero «pecador» es una definición. Esa no es la categoría de personas a la que perteneces. Escucha esta palabra de Pablo: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús». Ninguna condenación. Piensas; seguramente tiene que haber un poco de condenación, tal vez sólo un poquito, pero, algo de condenación debe haber. No: ¡No hay condenación! Dios te juzga en Cristo. Él te mira en Su Hijo amado. Eres tan amado paraÉl como lo es Jesús, en quien estás. Si Dios dice que no hay condenación, que eres justo, ¿quién eres tú para seguir condenándote? ¿cómo te atreves a condenarte?

Dios favorece a Sus hijos, pero tú dices: «No estoy seguro de ser Su hijo. Él elige a quien quiere». Pero tú eres hijo de Dios porque Él te trajo en Su familia y te lo mostró en el bautismo. Cuando Dios dice en el bautismo «¡Eres mío!» ¿quién eres tú para dudarlo?¿quién eres tú para decir: «bueno, no estoy seguro»?

Si piensas que Dios tiene cosas buenas, pero se niega a compartirlas contigo, entonces has caído en la tentación del diablo. Esto es precisamente lo que la serpiente le dijo a Eva: “Dios quiere guardarse Sus dones, Él no quiere compartir. Dios no es el Padre que da a los que le piden, Él es tacaño y egoísta, es un dragón que guarda Sus tesoros en una guarida.”

Pongamos la etiqueta correcta a este tipo de piedad y teología: Esto es incredulidad. Podemos rodearlo y apoyarlo con un piadoso discurso bíblico, pero no es más que incredulidad. Es incredulidad dudar que el Dios soberano se da a Sí mismo juntamente con todo Sus bienes para ti. Cuando Dios dice «no hay condenación» y tú respondes «dame un momento para autoflagelarme más», eso no es solo falsa humildad sino también incredulidad. Es incredulidad dudar que Dios ha puesto Su apellido sobre ti en el bautismo. Cuando piensas que Dios niega el bien a Sus hijos, eso es incredulidad y un insulto al carácter de Dios.

Así que arrepiéntete de tu piedad, arrepiéntete de la forma infiel en que usas tu teología. Arrepiéntete de torcer la palabra de Dios en una excusa para no orar, orar con cautela o para orar tímidamente, arrepiéntete de tu falsa humildad. Arrepiéntete de tu piedad. Ora y vive recordando la promesa de Jesús: Todo el que pide recibe, el que busca encuentra y el que llama se le abrirá la puerta. Dios no da serpientes cuando pedimos peces; no da escorpiones en lugar de huevos, no da piedras en lugar de pan. No hace eso. Él nunca da cosas malas a Sus hijos. Jamás. Nunca, nunca, nunca. Él siempre da cosas buenas a Sus hijos. Siempre, siempre, siempre.

He aquí la promesa en pocas palabras: Dios siempre te da lo que pides, o algo mejor. Tú dirás: “He orado por muchas cosas que nunca conseguí”. Puede que realmente quieras algo, oras diligentemente, y te decepcionas. Puedes querer algo ahora, y noaparece. Oras años, y no ocurre. Cosas buenas; cosas desinteresadas. Dirás: “He orado para que Dios haga cosas buenas y todo lo que obtengo es sufrimiento, frustración y fracaso. He orado por alivio del sufrimiento y la prueba, pero sigue viniendo y sigue empeorando”.

¿Qué ha ocurrido? ¿Se han anulado las promesas de Jesús? ¿Tenemos que calificar esto después de todo? ¿Hay letra pequeña en el contrato de Dios? No. ¿Qué pasa cuando nuestras oraciones no son respondidas? ¿Y si pidieras una serpiente o un escorpión? ¿las cosas que pedimos son realmente buenas o son las mejores para nosotros? Es posible que Dios diga No, porque un No es la mejor respuesta. Es posible que Él nos esté dando cosas buenas que no nos parecen buenas, por lo menos al principio. Si pides alivio del sufrimiento y obtienes más sufrimiento, eso significa que Dios te ha dado el don de la tribulación.

Puede que quiera purgar el pecado en ti. Puede que te ponga en la cruz para fortalecer tu fe. Cualquiera que sea la tribulación que Él traiga, puedes regocijarte; puedes salir triunfante porque «también nosotros nos regocijamos en nuestras tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Romanos 5:3-5).

Cuando sufres, estás en la cruz donde estuvo Jesús, y ahí es donde el Jesús vivo se encontrará contigo. Pides alivio, y Él te da más sufrimiento, no sólo para trabajar estas virtudes en ti, sino para hacer de ti un testigo vivo de tu Señor crucificado. Por tu sufrimiento paciente, alegre, perseverante y honesto, Dios demuestra en tu vida que Su poder se perfecciona en la debilidad. Él hace de tu vida un testimonio vivo del poder del Evangelio. Él demuestra en tu vida que el Evangelio es real.

¿Qué ocurre cuando no conseguimos lo que pedimos? Pueden ser muchas cosas, pero Jesús deja claro que hay algo que definitivamente no está pasando: No se trata de que Dios te dé piedras por pan, una serpiente o un escorpión en vez de un pescado. No se trata de que Dios te dé la peor parte. No es Dios manteniendo la puerta cerrada. Él no hace eso. Nunca, nunca, nunca. Él da buenos regalos a Sus hijos. Siempre, siempre, siempre. De Él proviene solamente el bien.

Dios siempre te da lo que le pides, o algo incluso mejor. Ora y vive con fe. Tu Padre está contigo en cada paso que das y en cada decisión que tomas. Cuando oras con fe empiezas a vivir como oras. Ora y después empieza a buscar respuestas. La oración fiel lleva a una vida expectante. Ora por el Espíritu, y espera ver al Espíritu obrar a tu alrededor. La oración fiel conduce a una vida espiritual. Ora y confía en que lo que Dios te traiga es el pescado, el pan o los huevos que necesitas. La oración con fe conduce a una vida agradecida. Ora para que tu Padre esté contigo, te proteja, te guíe y aleje la timidez, el miedo y la ansiedad. La oración conduce a una vida audaz y sin miedo.Este es el mundo de tu Padre. Él te cubre las espaldas, Él va delante de ti, Él es la roca debajo de ti y tu Padre celestial sobre ti. Este es el mundo de tu Padre, y Él ha creado este ancho y amplio mundo como un jardín de juegos para Sus hijos.

Así que: Ve a orar; y luego a jugar.

Peter Leithart

Peter Leithart es presidente del Instituto Theopolis y pastor organizador de la Iglesia Reformada Immanuel.

Es autor de numerosos libros, entre los que se incluyen un comentario en dos volúmenes sobre el Apocalipsis (T&T Clark, 2018), God of Hope (Athanasius, 2022), On Earth As In Heaven (Lexham, 2022), Creator (IVP, 2023) y Glory of Man (Athanasius, 2024). Escribe una columna quincenal en FirstThings.com y publica regularmente en su página de Substack.

Leithart ha ejercido como pastor en tres parroquias: fue pastor de la Iglesia Presbiteriana Reformada Heritage (ahora Iglesia Presbiteriana Trinity), en Birmingham, Alabama, de 1989 a 1995; fundó y fue pastor de la Iglesia Reformada Trinity, en Moscú, Idaho, de 2003 a 2013; y fundó la Iglesia Reformada Immanuel en 2023. Entre 1998 y 2013, enseñó teología y literatura a tiempo completo en el New St. Andrews College, en Moscú, Idaho.

Leithart se licenció en Inglés e Historia por el Hillsdale College en 1981 y obtuvo un máster en Religión y otro en Teología por el Westminster Theological Seminary de Filadelfia en 1986 y 1987. En 1998 se doctoró por la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.

Él y su esposa, Noel, tienen diez hijos y veinte nietos.

https://theopolisinstitute.com/staff/peter-leithart/